Llegamos al final de las eliminatorias y había una leve esperanza de clasificación (y no con la fe intacta como dirían muchos vende humo). Una combinación de resultados que parecía imposible, finalmente se dió, pero el problema fue que la selección no hizo lo único que estaba a su alcance o mejor dicho su única tarea. Ganarle a Venezuela. Sí, a la colera Venezuela.
Muchos dirán que la vinotinto no es lo que era antes, que tienen una nueva generación que se está levantando. Y sin desmeritar que hayan sido vice-campeones en el mundial sub-20, es importante recordar eso, QUE SON MENORES DE 20 AÑOS. Y no sólo eso, el partido contra Paraguay fue apenas el segundo partido que ganó esta selección. A lo que va este de descargo es que no es rival complicado que quisieron hacer creer que era. Era ganable, muy ganable y sobre todo de local, en el Defensores del Chaco, donde los muchachos de la selección no soportan la presión.
Por más que la fortuna queso que lleguemos a la última fecha con chances de clasificación, hubiese sido muy injusto que la Albirroja esté en Rusia, sencillamente porque se hizo todo el proceso mal. Desde el momento en que se tomaron un año para nombrar un DT, que finalmente se eligió uno que no conocía el fútbol paraguayo y que terminó dejándonos la falsa imagen de que Darío Lezcano fuera un gran jugador (lejos de serlo).
Se tuvo que fracasar en DOS Copa América para que Ramón se vaya, en pleno proceso de recambio generacional.
Lo que si hay que reconocer es que el cambio llegó y la selección se consolidó pero muy tarde.
Si queremos soñar con Qatar 2022, señores dirigientes, confirmen YA al Chiqui o traigan con la misma inmediatez a otro. El fracaso es de la dirigencia, y asúmanlo.
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